Friday 8 August 2014

DE ABRAHAM, EL CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ Y OTRAS PERVERSIONES


La verborrea popular suele repetir constantemente que “el tiempo lo cura todo”, pero siendo sinceros esto no es verdad; hacer cosas cambia las cosas, no hacer nada deja las cosas como están, y es precisamente lo que ha sucedido en Gaza desde hace muchos siglos. Mientras la indignación internacional crece y los videos en Facebook de las víctimas hacen llorar al mundo entero, los bombardeos por parte de Israel (uno de los ejércitos más poderosos del mundo), contra una población armada con resorteras, continúan. 
Y entonces Yahvé dijo a Abram: “Sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, y vete al país que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre, el cual será una bendición. Yo bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. Por ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra."
La historia de Palestina es un complicado viaje de la usurpación al conflicto; desde la llegada de los cananeos hace más de 3000 años, hasta la ocupación israelí actualmente, pasando por los griegos, persas, asirios, babilonios, griegos, romanos, bizantinos, cruzados, árabes, otomanos, y británicos, entre otros, Palestina, o la antigua tierra de Canaán, ha sido lugar de encuentro de múltiples influencias religiosas, culturales y políticas. Pero es en el siglo XIX que podemos rastrear las raíces del actual conflicto, ya que en 1897 se funda la Organización Sionista Mundial. Judíos, mayoritariamente laicos, realizaron su primera conferencia en Basilea (Suiza) y declararon el propósito de establecer patria para su pueblo, un grupo apoyaba el establecimiento de una patria judía en Uganda o Argentina, mientras otro postulaba a Palestina. La opción palestina acabó por vencer, y el conflicto comienza a dibujarse.
En 1917 el gobierno británico se comprometió a respaldar la creación de un hogar nacional judío en Palestina y comienza el gran éxodo de judíos europeos, quienes se dedicaron desde su llegada a comprar tierras a los árabes. Con la llegada de Hitler al poder en Alemania las migraciones de judíos hacia Palestina se multiplicaron, y acabada la Segunda Guerra Mundial Gran Bretaña deja en manos de la ONU el problema. En 1947 esta decide que el Mandato Británico de Palestina debe ser dividido en dos estados, uno judío y otro árabe, así que Jerusalén pasa a estar bajo mandato internacional. Esta decisión fue aceptada por los israelíes (a los cuales se les otorgó el 55% del territorio) pero no por los palestinos, que comenzaron una guerra contra los judíos, siendo Palestina derrotada y declarado el Estado de Israel en 1948. Durante este conflicto Israel se hizo con el 77% del territorio y más de 700 mil palestinos se convirtieron en refugiados de países vecinos.

“Y Dios puso a Abraham a prueba y le dijo: toma a tu hijo, tu único hijo, el que amas, Isaac; ve con él al país de Morija, y allí ofrécelo en holocausto sobre una de las montañas que te diré”. Y así lo hizo Abraham, extendió su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. El asunto se puede analizar desde distintas perspectivas: 1. La irracional confianza en un absurdo divino. 2. La angustiosa vida de un padre asesino. 3. Los increíbles traumas de un hijo amedrentado. O 4. La locura perpetua de la especie humana.
Por supuesto todos sabemos que Abraham es un personaje casi casi mitológico y que su historia es una alegoría. ¡Pues no! Dejémonos de estupideces y tomemos el asunto en serio: Imagine usted que cierto día llega su mejor amigo y le platica que estuvo a punto de degollar a su hijo porque Dios se lo pidió. Cualquiera parroquiano en su sano juicio llamaría inmediatamente al DIF para que le quitaran al crío e internaran al susodicho en la casa de la risa; pues lo que en el terreno de la religión se interpretaría como un acto de inigualable fe, en el mundo “real” sería un hecho horrendo y vergonzoso. Y este es el punto histriónico donde la marrana tuerce la cola, ya que Abraham es la única figura bíblica que disfruta de la adoración unánime de las tres religiones más importantes en el mundo, lo cual significa que a él tenemos que imputarle el no dejar un testamento claro sobre la repartición de sus tierras al momento de su muerte.
Todos sabemos la importancia de Abraham para el cristianismo y el judaísmo, pero pocos saben que el Corán habla de Abraham como el primer hombre que se rindió totalmente a Alá. Cada una de las cinco oraciones diarias acaba refiriéndose a él. El libro sagrado relata cómo Abraham levantó la Kaaba, el edificio negro en forma de cubo que constituye el centro de oración de la Meca.  
El Judaísmo y el Islam ni siquiera se ponen de acuerdo sobre cuál fue el hijo que estuvo a punto de ser sacrificado; luego está la Alianza de Abraham con Dios, pues muchos judíos creen que dicha alianza era una garantía para el pueblo judío sobre Tierra Santa. Esta creencia alimenta en gran medida el movimiento de colonización israelí y constituye un factor cada vez más importante en la hostilidad de Israel hacia las demandas nacionalistas palestinas. "Nuestra conexión con la tierra se remonta a nuestro primer antepasado. Los árabes no tienen derecho a la tierra de Israel", dice el rabino Haim Druckman, fundador del movimiento de colonización y parlamentario por el Partido Nacional Religioso. Este argumento enfurece a los palestinos, especialmente porque el Corán asegura que Abraham no era judío, sino el primer practicante del Islam. "La gente que apoyó a Abraham creía en un Dios y nada más que un Dios, y esos fueron los musulmanes. Sólo los musulmanes", dice el jeque Taysir Tamimi, el representante de Yasser Arafat para el diálogo religioso.  
           
El momento de la verdad acaba de pasar y la mano del padre ha sido detenida. Cuando el chico yace pasmado sobre el altar, Dios lo mira con orgullo y compasión, prometiéndo concederle cualquier plegaria. Si yo fuera ese chico me levantaría muy encabronado y le diría que se metiera su plegaria por el orificio más pequeño que tuviera, pero de ante mano sabemos que no le puedes decir algo así al todo poderoso y salir impune, así que para descargar mi ira le daría una patada en los genitales lo más fuerte que pudiera al buen Abraham, y me largaría a fundar mi propia religión.  
Actualmente los hijos de Abraham, al igual que Isaac hace más de 3000 años, se encuentran atados de manos y contra el suelo a punto de ser sacrificados;  levantan la mirada al cielo pidiendo clemencia, pero esta vez ni Yahvé, ni Alá, ni la comunidad internacional detendrán el cuchillo, esta vez las súplicas no serán escuchadas, puesto que no es una prueba de fe, sino una masacre sin justificación racional alguna. ¡Alabado sea el señor!

hector daniel rosales lobato conflicto árabe-isrelí Abraham
Óleo sobre lienzo de Pedro Orrente (1580)